Los sucesos de Egipto y de Túnez plantean a las democracias occidentales una cuestión importante: ¿Debemos practicar una diplomacia de compromiso al servicio de valores “universales”? En suma: ¿Hay que guardar en el bolsillo la bandera de las libertades públicas, sacarla a medias o desplegarla en permanencia? ¿Hay que ser discreto o incisivo al respecto?
No es solamente un asunto moral o de fidelidad a las convicciones. Va en ello también la defensa de nuestros intereses- materiales y estratégicos. Por haberse negado a señalar públicamente la naturaleza del régimen tunecino – una cleptocracia brutal- Francia pagará un precio en el Túnez de mañana. Por haber apoyado a toda costa al régimen de Hosni Mubarak, los Estados Unidos estarán a la defensiva en el Egipto del futuro.
Estadounidenses y europeos han evolucionado sobre esta cuestión. Al llegar a la presidencia Jimmy Carter (1976 -1980) la defensa de los derechos del hombre - en la Unión soviética y en otras partes- se había convertido en uno de los elementos abiertamente exhibidos por las democracias occidentales. Era la transposición oficial de una corriente de ideas originada inicialmente en ONGs como Médicos sin Fronteras que luego desembocó, al final de la guerra fría, en la reflexión sobre el deber o el derecho de ingerencia.
En nombre de la defensa de los derechos del hombre, se blandía el sacrosanto principio de la soberanía de los Estados: señalando en palabras las prácticas de los dictadores del planeta y boicoteándolos en los actos a distintos niveles.
En su expresión más radical, esta actitud – que Le Monde defendió con frecuencia- es la de los neoconservadores americanos. Mucho antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 ellos no cesaron de estigmatizar la complacencia de los Estados Unidos hacia los regímenes saudita, egipcio y chino.
Hubo un retorno del péndulo. Tomó la forma de una crítica del “droit de l'hommisme" * La democracia de países como Francia o Estados Unidos no podía guiarse por la sola preocupación de los derechos humanos.
La política extranjera de un Estado que pretende defender sus intereses e incluso sus valores de una punta a otra del globo , esa política obliga a los países a estar en capacidad de hablar a todo el mundo , incluso a los regímenes más detestables. El "droit de l'hommisme" fue rápidamente calificado como « occidental » ; era una visión del mundo “etnocentrista” que llevaba a dar lecciones de moral al planeta entero.
Y la diplomacia pública occidental replegó la bandera de los derechos humanos. En nombre del realismo, de los intereses económicos, de la estabilidad estratégica y del relativismo cultural movido por el sentimiento de que el “hombre blanco” había pecado demasiado durante la era colonial como para predicar nada a nadie.
El péndulo fue demasiado lejos. Los manifestantes de El Cairo y e Túnez están enviando un mensaje a la escuela diplomática “realista”: Hay que llamar dictador al dictador, siempre y en voz bien alta.
* “Derechohumanismo” : Expresión peyorativa para referirse a una doctrina de los derechos del hombre falsificada que proclama lo que no practica. NdT.
Fuente : Editorial de Le Monde| 01.02.11 | 13h00
1 comentarios
caramba, meencuentan asombrada.. hasta hace no mucho le monde siendo un periodico de izquierda,. parecia justificar las andanzas de Chavez.. que habra pasado, sera qeu el hechode que le monde estuvo a punto de caer ECONOMICAMENTE le hizo abrir los ojos. de todos modos ALELEUYA. ALELUYA.
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