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"Lo que no está en la lengua, no puede ser pensado"
George Orwell
¿Quién no recuerda los anuncios de cambio y de reestructuración en el transporte Metro de Caracas, hechos en el mes de octubre de 2010, tanto por el ministro para Transporte y Comunicaciones Francisco Garcés como por su viceministro Alfredo Gil? Eran música para los oídos: se sustituirían las unidades de la línea 1 (48 en total), se reduciría el tiempo de espera en los andenes del Metro, se comprarían nuevas unidades, se evitarían los acostumbrados retrasos, y hasta el mismo presidente llegó a hablar que se aumentaría el número de vagones por tren en una de sus habituales peroratas, en fin.

Han transcurrido 6 meses y además de la reparación del aire acondicionado de una parte importante de los trenes y de la reducción del tiempo de espera en los andenes de 4 minutos (a diferencia de los 10 a los que estaban sometidos los usuarios), nada de lo prometido se ha cumplido, especialmente en cuanto a las modificaciones estructurales, requeridas para brindar un servicio de calidad a los miles y miles de usuarios.

Pero hay algo que sí cambió en el servicio, al más puro estilo orwelliano (control total de la vida diaria, tipo “Gran Hermano”), la instalación en el Metro de un hilo musical relajante, zen, o budista, quién sabe. En otras palabras, usted puede llegar tarde o incluso no llegar a su trabajo, como ocurrió el pasado 29 de marzo, cuando el servicio del Metro permaneció interrumpido desde la estación Colegios de Ingenieros hasta la de Chacaíto por una falla eléctrica, y no arrecharse, gracias al relax que brinda el Metro de Caracas. Si las escaleras mecánicas no funcionan, si los retrasos persisten, o cualquiera otra deficiencia le ocasiona imprevistos, no se preocupe, el gobierno, o más concretamente, el Metro de Caracas, le evita molestias y hasta el propio sentido de la crítica para bien suyo y de la revolución, a través de una cierta hipnosis musical.

En esta particular visión de sociedad, que supone la “revolución” chavista, el principal enemigo a vencer es la crítica de los ciudadanos. No importa si son deficientes, inescrupulosas o corruptas, las políticas implementadas por el gobierno. Lo verdaderamente preocupante para el gobierno es evitar a toda costa la crítica ciudadana, y es capaz de mentir descaradamente, para no perder el control social que persigue esta república orwelliana. Lo que ocurre en el transporte Metro revela la naturaleza manipuladora, represiva y totalitaria del régimen.

Como ilustración del falseamiento gubernamental, ayer 5 de abril, el ministro del Poder Popular para la Energía Eléctrica, Alí Rodríguez Araque, afirmó que “no hubo, no hay ni habrá colapso eléctrico” tras ofrecer el primer balance del año del Plan de Emergencia Eléctrica Nacional, en un país donde las regiones sufren constantes apagones. Crisis eléctrica, dicho sea de pasada, que ha evidenciado el problema estructural que afecta al sistema eléctrico nacional y a sus empresas, además de la desinversión y la falta de mantenimiento por parte de este gobierno.


Del mismo modo, en un país donde la violencia hace estragos, se plantea ahora la creación de milicias estudiantiles en el proceso de enseñanza. Milicias en las que se desea implantar la disciplina y la obediencia al régimen como valor. ¿Qué se persigue?, ciudadanos leales, acríticos, adoctrinados. De esta manera se entiende por qué el presidente regala sin escrúpulos 10 millones de dólares a una universidad uruguaya, sin pensar en el futuro de los jóvenes venezolanos, que a lo largo y ancho del país, reclamaban una educación de calidad. Sencillo, a este gobierno no le interesa formar ciudadanos. Lo que se construye ante nosotros es la sociedad orwelliana: puro control social.



Para Un Mundo Sin Mordaza  Franklin Piccone Sanabria

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