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Foto de Un Mundo Sin Mordaza/ marcha apoyo huelga OEA3

Expresarse es, sencillamente, inherente a la condición humana. Cualquier sociedad sana debe brindarle a sus ciudadanos la posibilidad de expresarse libremente.
Es interesante contemplar y analizar la manera es que cada grupo social se expresa. En líneas generales debería o debe haber categorías, pasos lógicos para la expresión, individual y colectiva. El arte es, por ejemplo, una forma de expresión; cantar, bailar, pintar, son formas de expresión. Y se hacen colectivas cuando se manifiestan a través del teatro, de la música, etc.
Hablar libremente, o escribir, forman parte también de maneras expresivas.
En sociedades como la nuestra, la que nos ha tocado vivir con el régimen castro-chavista, los canales de expresión han visto reducido su diámetro a dimensiones francamente preocupantes, dejando así el flujo de opiniones, quejas y voces de torrenciales tamaños pasando por vías demasiado estrechas.
La muestra clara de la crítica situación es la generación estudiantil 2.007-2.011. Son jóvenes más que todo universitarios que, habiendo en muchos casos crecido y madurado en los tiempos de la dictadura imperante, no encuentran puertas lo suficientemente amplias para descargar las toneladas de pensamientos que el dique del Gobierno intenta contener.
Ante la precaria oferta de espacios de expresión, instintivamente, a través de la reunión y la protesta pacífica, un grupo de chamos de un lapso cronológico que ya va a ser un quinquenio se las ha arreglado para ocupar las pocas vías disponibles, pero ¿son los medios que han estado utilizando los más idóneos para expresarse cabalmente?
Ya hace unos tres años, los pocos analistas políticos y periodistas serios que quedan en el país alertaban del fenómeno de adhesión (¿o reclutamiento?) de los miembros de los movimientos estudiantiles a los partidos políticos. Buena parte de los dirigentes de las manifestaciones universitarias han parado en estos colectivos, ¿son estos el destino idóneo para el estudiantado en resistencia? La preocupación radicaba y radica en que, para la sociedad, los chamos estudiantes son, por demás, valiosos; no hay encuesta que no hable de su prestigio antes los ojos de los ciudadanos, generan confianza entre la gente.
La ecuación de la preocupación es tan sencilla como el resultado de tales fenómenos. Los partidos políticos, tradicionales o de nueva data son, en mayor o menos medida, mal vistos por la colectividad. No gozan de prestigio, y son sinónimo de malas mañas y de dudosas intenciones. Los tan criticados ‘’Ni-níes’’ no son más que la desilusión por los políticos de oficio, hecho gente; y la ilusión de la gente por los dirigentes estudiantiles no es más que la esperanza de esos ‘’Ni-níes’’ por un futuro cercano libre de politiqueros.
¿Por qué, estando tan desprestigiados los partidos políticos, tantos dirigentes estudiantiles han terminado adhiriéndose a estos? Esa es la pregunta que nos hacemos, y que la historia tendrá que ir dilucidando.
He tenido la suerte de interactuar con algunos de estos chamos, menores en edad que yo, pero no tanto, y en opinión de quien escribe tres han sido los desencadenantes del fenómeno: la estrategia premeditada de varios partidos de reclutar, literalmente, dirigentes estudiantiles, y de esa forma remozar sus demacradas fachadas; las ambiciones personales de algunos poco altruistas estudiantes (ahora ¿devenidos? en barrigones dirigentes políticos); y una componenda de desagradables alcances que busca, entre Gobierno y dirigencia ‘’opositora’’, meter en el ‘’redil’’ a todo disidente que no se adapte a los cánones, acordados entre parte y parte, de la lucha democrática pacífica, entiéndase: cero calle, cero protesta, cero resistencia pacífica real, garantizando así la supremacía de los eventos electorales como posible única vía para cambios políticos.
Mientras, la ciudadanía clama por el imperio de las voces independientes, organizadas pero ajenas a las estructuras del poder ya corrompidas, distanciadas lo más posible del quehacer politiquero tan latinoamericano, tan manido, tan enlodado. A los chamos estudiantes que buscan contribuir con el fin de la autocracia no hay que dorarles la píldora, hay que decirles, con sinceridad absoluta, lo que el Pueblo espera de ellos. Y hay que apoyarlos, pues el futuro no puede estar en manos solamente de la impetuosa juventud, sino de todos, experimentados adultos y enérgicos jóvenes unidos, si es que aspiramos progreso y desarrollo.

Para Un Mundo Sin Mordaza
José Arcadio Hernández B– 13042011

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