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El populismo celebra como épica admirable las prácticas clientelares: el sacrificio de los derechos políticos a cambio de los favores del poder


El moderno Prometeo de Sabaneta recién expresó: "Como nació la Gran Misión AgroVenzuela, hoy anuncio que está naciendo la Gran Misión Vivienda Venezuela: hacer de Venezuela una gran vivienda, donde quepamos todos en condiciones de dignidad". Según el gran hipnotizador este proyecto contempla, supuestamente, construir 2 millones de vivienda entre 2011 y 2017 para cubrir el déficit habitacional que existe actualmente en el país.

Ahora bien, después de tantas mentiras presidenciales estamos más que convencidos que se trata de un gesto más de rancio populismo. Aunque nos preguntamos, dada multitud de venezolanos que ansían inscribirse en ese programa gubernamental, ¿Cuáles son los rasgos que conforman el perfil psicológico de nuestra población que se halla propensa a legitimar ese discurso populista y, consecuentemente, un régimen de ese tipo?

En ese sentido, entre los rasgos regresivos que configuran el perfil psicológico de nuestra población que tiene propensión a ser víctima del discurso populista, tenemos:
a) Tendencia a la idealización positiva o negativa del gobernante: Esta se expresa en priorizar un acentuado vínculo personalizado con el gobernante en desmedro de la institucionalidad pública. Por ello, se cree que el presidente es causa de todo lo bueno o todo lo malo de lo que sucede. Por ello, terminamos siendo irresponsables de nuestro destino, el cual le pertenece siempre a otro;
b) Deseos de un Estado-Padre: Este cabalga sobre el supuesto que hay una inmensa riqueza disponible y que, por ende, cada uno de nosotros por derecho natural debe recibir. Así, recibir o no, depende de la buena o mala voluntad del gobernante, lo que supone no distinguir entre Gobierno y Estado;
c) Voluntarismo idealizado: La población critica el uso corrupto del Estado por parte de los políticos, los cuales deben sustituirse por otros no corruptos, lo que supone su inequívoca existencia, pero no se dice cómo serían adecuadamente reemplazados ni tampoco porque los nuevos no caerán en los mismos vicios, ni como pueden ser controlados y sancionados;
d) No distinción entre egoísmo económico y egoísmo vulgar: La iniciativa individual no aparece como un valor social arraigado, pues una de las facetas de su debilidad es la tendencia a asimilar la significación de egoísmo en el sentido económico a la del significado coloquial del término;
e) Negar que el sentimiento de envidia es el motor principal de la postura política del gobernante, quien siempre está "en contra de": Existe una valoración negativa hacia quienes están en búsqueda de riqueza, y, sin embargo, hay la voluntad de disfrutar y consumir lo mismo que los criticados, en consecuencia, hay una permanente ocultación de la envidia; d) Ruptura o desviación de las normas sociales: Somos una sociedad anómica, lo que se manifiesta en la forma destructiva en que usamos los espacios públicos, en la naturalidad con que evadimos las responsabilidades cívicas (no pago de impuestos), en la manera en que contaminamos el ambiente, en la extendida corrupción etc. Es decir, somos una sociedad abrazada a la ilegalidad, a la falta de respeto a las normas; que opera por sí misma en la generación de bajos niveles de eficiencia y productividad.

En fin, el populismo celebra como épica admirable las prácticas clientelares: el sacrificio de los derechos políticos a cambio de los favores del poder. Esa "democracia" de avenidas repletas, puños duros y caudillos efusivos es, sencillamente, una democracia sin ciudadanos.

Por Juan Carlos Apitz B

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